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Noticias del Arzobispado Castrense

Cáritas Castrense. La otra Navidad

Quería hablaros, en estos días de luces, árboles, villancicos, escaparates, regalos, comidas, cenas…, de una pareja de la Policía Nacional, que cubriendo su servicio, pasó al lado de un hombre y una mujer jóvenes que estaban sentados en un banco a la entrada de la estación de Atocha, con un niño en los brazos de ella, rodeados de bultos y un par de maletas.

Helados por el frío, atemperado por sus guantes, LOS POLICÍAS, observaron al niño que sonreía arropado entre la funda de un cobertor mientras los padres comían un bocadillo arrejuntándose al máximo para darle calor, mientras en sus caras se apreciaba, más que el frío, preocupación, desorientación, incertidumbre, desasosiego.

Al lado de ellos pasaban unos y otros viajeros apresurados en busca del tren de sus destinos. Los dos policías se acercaron, les sonrieron y se preocuparon de su situación. Eran extranjeros. Habían acabado en esa puerta de la estación de Atocha, en Madrid, después de un largo recorrido y peregrinación huyendo de la guerra. No sabían donde ir ahora.

Cuando escuche esta historia me recordó a aquella otra pareja que hace más de dos mil años Se encontró también desplazada y migrante en Belén. A aquel niño cuyo nacimiento celebramos los creyentes y que nació en un pesebre.

Pero hoy quiero hablaros de otras parejas, las de los dos guardias civiles que dejaron sus vidas en un pueblo de Teruel a manos de un Herodes asesino. Ellos murieron sirviéndonos, cumpliendo su misión y promesa de cuidarnos y protegernos. Dos hombres buenos, entregados, alegres, llenos de vida.

El asesino ha dejado un huérfano, un niño de ocho meses que no llegará a conocer a su padre pero del que le hablarán y del que se sentirá orgulloso.

Aquel niño que nació en Belén murió a los 33 años por todos en la cruz. Hace unos días murieron, también por todos, los dos guardias civiles.

No hay mayor caridad, mayor amor, que la entrega de la propia vida por los otros. Aquel niño nos enseñó a transformar el mundo a través del amor. Que la caridad nos empuje a conseguir un verdadero mundo fraternal donde no haya desplazados, migrantes…, donde no haya asesinos, donde los hombres y mujeres de buena voluntad vivan felices y en paz.

El niño que nació en Belén no murió en balde. La muerte de nuestros compañeros tampoco. En ese niño de ocho meses, hijo de muestro guardia civil asesinado, está el futuro y la esperanza.

¡¡¡PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD!!!

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