Estas cinco décadas de mensajes pontificios con motivo de esta efeméride anual componen una fuente de actualización y desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia, y demuestran su constante acción en favor de la cultura de la paz. Ella tiene como base los deberes de justicia; está sostenida por el propio sacrificio personal y comunitario; posee como rostro: el diálogo, el respeto, la comprensión, la tolerancia, en definitiva, el amor.
Recordemos que por cultura entendemos ese modo específico del “existir” y del “ser” del hombre. La paz abarca estos dos niveles.Por ello mismo la paz no es un sueño puramente ideal, no es un estado de ataraxia pública. “Es y debe ser una realidad; una realidad mutable
y que se debe crear en cada periodo de la civilización, como el pan que nos alimenta, fruto de la tierra y de la divina Providencia, pero a la vez obra del hombre trabajador... La paz es un equilibrio que se sostiene en el movimiento y que despliega constantes energías de espíritu y de acción; es una fortaleza inteligente y siempre viva”.
El magisterio pontificio de estas Jornadas, desde Pablo VI a Francisco, transpira una preocupación de base: el futuro del cristianismo y de sus instituciones pasa por la cultura de la paz, como espacio decisivo y renovado en la misión de la Iglesia. Porque, como diría Juan Pablo II: “la síntesis entre cultura y fe no solo es una exigencia de la cultura, sino también de la fe. Una fe que no se hace cultura es una fe que no es plenamente acogida, totalmente pensada, y fielmente vivida”