Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy el Evangelio nos presenta la parábola del sembrador (cfr Mt 13,1-23). La de la “siembra” es una imagen muy hermosa, y Jesús la usa para describir el don de su Palabra. Imaginemos una semilla: es pequeña, casi no se ve, pero hace crecer plantas que dan frutos. La Palabra de Dios es así; pensemos en el Evangelio, un pequeño libro, sencillo y al alcance de todos, que produce vida nueva en quien lo acoge. Por tanto, si la Palabra es la semilla, nosotros somos el terreno: podemos recibirla o no. Pero Jesús, “buen sembrador”, no se cansa de sembrarla con generosidad. Conoce nuestro terreno, sabe que las piedras de nuestra inconstancia y las espinas de nuestros vicios (cfr vv. 21-22) pueden sofocar la Palabra, y sin embargo espera, siempre espera que nosotros podamos dar fruto abundante (cfr v. 8).
Así actúa el Señor y así estamos llamados a actuar también nosotros: a sembrar sin cansarnos. ¿Pero cómo se puede hacer esto, sembrar continuamente sin cansarnos? Pongamos algún ejemplo.
En primer lugar, los padres: ellos siembran el bien y la fe en los hijos, y están llamados a hacerlo sin desanimarse aunque a veces estos parecen no entenderlos y no apreciar sus enseñanzas, o si la mentalidad del mundo “rema en contra”. La semilla buena se queda, esto es lo que cuenta, y echará raíces en el momento adecuado. Pero si, cediendo a la desconfianza, renuncian a sembrar y dejan a los hijos a merced de las modas y del móvil, sin dedicarles tiempo, sin educarles, entonces el terreno fértil se llenará de malas hierbas. Padres, ¡no os canséis de sembrar en los hijos!
Miramos después a los jóvenes: también ellos pueden sembrar el Evangelio en los surcos de la vida cotidiana. Por ejemplo, con la oración: es una pequeña semilla que no se ve, pero con la cual se encomienda a Jesús todo lo que se vive, y así Él puede hacerlo madurar. Pero pienso también en el tiempo para dedicar a los otros, a quien lo necesita más: puede parecer perdido, sin embargo es tiempo santo, mientras las satisfacciones aparentes del consumismo y del hedonismo dejan las manos vacías. Y pienso en el estudio: es verdad, es cansado y no es inmediatamente satisfactorio, como cuando se siembra, pero es esencial para construir un futuro mejor para todos.
Hemos visto los padres, hemos visto los jóvenes; ahora vemos los sembradores del Evangelio, muchos buenos sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos en el anuncio, que viven y predican la Palabra de Dios a menudo sin registrar éxitos inmediatos. No olvidemos nunca, cuando anunciamos la Palabra, que también donde parece que no sucede nada, en realidad el Espíritu Santo está trabajando y el reino de Dios ya está creciendo, a través y más allá de nuestros esfuerzos. Por eso, ¡adelante con alegría, queridos hermanos y hermanas! Recordemos a las personas que han puesto la semilla de la Palabra de Dios en nuestra vida – cada uno de nosotros piense: “¿cómo empezó mi fe?” -; quizá ha brotado años después de que hayamos encontrado sus ejemplos, ¡pero ha sucedido precisamente gracias a ellos!
A la luz de todo esto podemos preguntarnos: ¿yo siembro el bien? ¿Me preocupo solo por recoger para mí o también de sembrar para los otros? ¿Lanzo algunas semillas del Evangelio en la vida de todos los días: estudio, trabajo, tiempo libre? ¿Me desanimo o, como Jesús, sigo sembrando, también si no veo resultados inmediatos? María, que hoy veneramos como Virgen del Monte Carmelo, nos ayude a ser sembradores generosos y alegres de la Buena Noticia.
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Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas,
os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de varios países.
Saludo a las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de los Apóstoles, reunidas en Roma para su Capítulo General.
Envío de corazón mi saludo a la Comunidad Cenáculo, que desde hace 40 años es lugar de acogida y promoción humana; bendigo a la madre Elvira, al obispo de Saluzzo y a todas las hermandades y a los amigos. ¡Es hermoso lo que hacéis y es hermosos que existáis! ¡Gracias!
Quiero recordar que hace ochenta años, el 19 de julio de 1943, algunos barrios de Roma, especialmente San Lorenzo, fueron bombardeados, y el Papa, el venerable Pío XII, quiso ir en medio del pueblo devastado. Lamentablemente también hoy estas tragedias se repiten. ¿Cómo es posible? ¿Hemos perdido la memoria? El Señor tenga piedad de nosotros y libere a la familia humana del flagelo de la guerra. En particular rezamos por el querido pueblo ucraniano, que sufre tanto.
Deseo saludar y dar las gracias a todas las parroquias que en este periodo realizan actividades de verano con los niños y los jóvenes – también en el Vaticano hay una muy apreciada -. ¡Gracias a los sacerdotes, a las monjas, a los animadores y a las familias! En este contexto dirijo un saludo para la próxima edición del Giffoni Film Festival, donde los protagonistas son los muchachos y los jóvenes.
Os deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí: yo lo hago por vosotros. Buen almuerzo y hasta pronto.
Como es tradición en la Armada, el 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen, patrona de la Armada, se celebró en la Escuela Naval Militar de Marín, Pontevedra, el Acto de Jura de Bandera de los alumnos de primer curso y la Entrega de Reales Despachos a los alumnos que han finalizado su formación.
1ª lectura: El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas.
Lectura del libro del Éxodo 3, 1-6. 9-12
En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián. Llevó el
rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, la montaña de Dios.
El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía
sin consumirse.
Moisés se dijo:
«Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver por qué no se quema la zarza».
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
«Moisés, Moisés».
Respondió él:
«Aquí estoy».
Dijo Dios:
«No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado».
Y añadió:
«Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob».
Moisés se tapó la cara, porque temía ver a Dios.
El Señor le dijo:
«El clamor de los israelitas ha llegado a mí, y he visto cómo los tiranizan los egipcios. Y ahora
marcha, te envió al faraón para que saques a mi pueblo, a los hijos de Israel».
Moisés replicó a Dios:
«¿Quién soy yo para acudir al faraón o para sacar a los hijos de Israel de Egipto?».
Respondió Dios:
«Yo estoy contigo; y esta es la señal de que yo te envió: cuando saques al pueblo de Egipto,
daréis culto a Dios en esta montaña».
Salmo: Sal 102, 1-2. 3-4. 6-7
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.
El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R.
Aleluya
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Bendito seas, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R.
Evangelio: Has escondido estas cosas a los sabios y se las has revelado a los pequeños.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-27
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos y se las has revelado a los pequeños. Si, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce
al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
1ª lectura: Lo llamó Moisés, porque lo había sacado del agua; cuando creció, fue
adonde estaban sus hermanos.
Lectura del libro del Éxodo 2, 1-15a
En aquellos días, un hombre de la tribu de Leví se casó con una mujer de la misma tribu. Ella
concibió y dio a luz un niño. Viendo que era hermoso, lo tuvo escondido tres meses. Pero, no pudiendo
tenerlo escondido por más tiempo, tomó una cesta de mimbre, la embadurnó de barro y pez, colocó
en ella a la criatura, y la depositó entre los juncos, junto a la orilla del Nilo.
Una hermana del niño observaba a distancia para ver en qué paraba todo aquello.
La hija del faraón bajó a bañarse en el Nilo, mientras sus criadas la seguían por la orilla del río.
Al descubrir la cesta entre los juncos, mandó una criada a recogerla.
La abrió, miró dentro, y encontró un niño llorando.
Conmovida, comentó:
«Es un niño de los hebreos».
Entonces, la hermana del niño dijo a la hija del faraón:
«¿Quieres que vaya a buscarle una nodriza hebrea que críe al niño?».
Respondió la hija del faraón:
«Vete».
La muchacha fue y llamó a la madre del niño.
La hija del faraón le dijo:
«Llévate al niño y críamelo, y yo te pagaré».
La mujer tomó al niño y lo crio.
Cuando creció el muchacho, se lo llevó a la hija del faraón, que lo adoptó como hijo y lo llamó
Moisés, diciendo: «lo he sacado del agua».
Pasaron los años. Un día, cuando Moisés ya era mayor, fue adonde estaban sus hermanos y los
encontró transportando cargas. Y vio cómo un egipcio maltrataba a un hebreo, uno de sus hermanos.
Miró a un lado y a otro, y, viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena.
Al día siguiente, salió y encontró a dos hebreos riñendo, y dijo al culpable:
«¿Por qué golpeas a tu compañero?».
Él le contestó:
«¿Quién te ha nombrado jefe y juez nuestro? ¿Es que pretendes matarme como mataste al egipcio?».
Moisés se asustó y pensó:
«Seguro que saben lo ocurrido».
Cuando el faraón se enteró del hecho, buscó a Moisés para matarlo. Pero Moisés huyó del faraón
y se refugió en la tierra de Madián.
Salmo: Sal 68, 3. 14. 30-31. 33-34
R. Los humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Me estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua,
me arrastra la corriente. R.
Mi oración se dirige a ti, Señor, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude. R.
Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias. R.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R.
Aleluya Cf. Sal 94, 8a. 7d
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
No endurezcáis hoy vuestro corazón
escuchad la voz del Señor. R.
Evangelio: El día del juicio le será más llevadero a Tiro y Sidón y a Sodoma que
a vosotras.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 20-24
En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de
sus milagros, porque no se habían convertido:
«¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que
en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza.
Pues os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy.
Pues os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti».
1ª lectura: Obremos astutamente contra Israel, para que no se multiplique más.
Lecturas del libro del Éxodo 1, 8-14. 22
En aquellos días, surgió en Egipto un faraón nuevo que no había conocido a José, y dijo a su pueblo:
«Mirad, el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros: obremos astutamente
contra él, para que no se multiplique más; no vaya a declararse una guerra y se alíe nuestros enemigos,
nos ataque y después se marche del país». Así, pues, nombraron capataces que los oprimieron con
cargas, en la construcción de las ciudades granero, Pitón y Ramsés. Pero, cuanto más los oprimían,
ellos crecían y se propagaban más, de modo que los egipcios sintieron aversión hacia los israelitas.
Los egipcios esclavizaron a los hijos de Israel con crueldad y les amargaron su vida con el duro trabajo
del barro y de los ladrillos y con toda clase de faenas del campo; los esclavizaron con trabajos crueles.
Y el faraón ordenó a todo su pueblo:
«Cuando nazca un niño, echadlo al Nilo; si es niña, dejadla con vida».
Salmo: Sal 123, 1-3. 4-6. 7-8
R. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
- que lo diga Israel -,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros. R.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor,
que no nos entregó
en presa a sus dientes. R.
Hemos salvado la vida,
como un pájaro de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R.
Aleluya
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos. R.
Evangelio: No he venido sembrar paz, sino espadas.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 34-11,1
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espada.
He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los
enemigos de cada uno serán los de su propia casa.
El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o
a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de
mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el
que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo
porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, sólo
porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar
en sus ciudades.
1ª lectura: La lluvia hace germinar la tierra.
Lectura del libro de Isaías 55, 10-11
Esto dice el Señor:
«Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de
fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra,
que sale de mí boca: no volverá a mi vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo».
Salmo: Sal 64, 10abcd. 10e-11. 12-13. 14
R. La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.
Tú cuidas la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales. R.
Así preparas la tierra. Riegas los surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes. R.
Coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría. R.
Las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan. R.
2ª lectura: La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los
hijos de Dios.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-23
Hermanos:
Considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos
manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios;
en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió,
con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para
entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy toda la creación
está gimiendo y sufre dolores de parto.
Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos
en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.
Aleluya
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
La semilla es la palabra de Dios, y el sembrador es Cristo;
todo el que lo encuentra vive para siempre. R.
Evangelio: Salió el sembrador a sembrar.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 1-9
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que
subirse a una barca; se sentó, y toda la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló muchas cosas en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros
y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda
brotó enseguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron.
Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta.
El que tenga oídos, que oiga».
1ª lectura: Dios cuidará de vosotros y os llevará de esta tierra.
Lectura del libro del Génesis 49, 29-32; 50, 15-26a
En aquellos días, Jacob dio las siguientes instrucciones a sus hijos:
«Cuando me reúna con los míos, enterradme con mis padres en la cueva del campo de Efrón, el
hitita, la cueva del campo de Macpela frente a Mambré, en la tierra de Canaán, la que compró
Abrahán a Efrón, el hitita, como sepulcro en propiedad. Allí enterraron a Abrahán y Sara, su mujer;
allí enterraron a Isaac y a Rebeca, su mujer; allí enterré yo a Lía. El campo y la cueva fueron comprados
a los hititas». Cuando los hermanos de José vieron que había muerto su padre, se dijeron:
«A ver si José nos guarda rencor y quiere pagarnos todo el mal que le hicimos».
Y mandaron decir a José:
«Antes de morir tu padre nos encargó: “Esto diréis a José: Perdona a tus hermanos su crimen y su
pecado y el mal que te hicieron”. Por tanto, perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre”».
José, al oírlo, se echó a llorar. Entonces vinieron los hermanos, se postraron ante él, y le dijeron:
«Aquí nos tienes, somos tus siervos».
Pero José les respondió:
«No temáis ¿soy yo acaso Dios? Vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien,
para dar vida a un pueblo numeroso, como hoy somos. Por tanto, no temáis; yo os mantendré a
vosotros y a vuestros hijos».
Y los consoló, hablándoles al corazón.
José habitó en Egipto con la familia de su padre y vivió ciento diez años. José llegó a conocer a
los descendientes de Efraín, hasta la tercera generación, y también a los hijos de Maquir, hijo de
Manasés, que nacieron sobre sus rodillas.
Más adelante, José dijo a sus hermanos:
«Yo voy a morir. Dios cuidará de vosotros y os llevará de esta tierra a la tierra que juró dar a
Abrahán, Isaac y Jacob».
Luego José hizo jurar a los hijos de Israel:
«Cuando Dios os visite, os llevaréis mis huesos de aquí».
José murió a los ciento diez años.
Salmo: Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7
R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R.
Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R.
Aleluya 1 Pe 4, 14
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Si os ultrajan por el nombre de Cristo,
bienaventurados vosotros,
porque el espíritu de Dios reposa sobre vosotros. R.
Evangelio: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 24-33
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo
con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú,
¡cuánto más a los criados!
No les tengáis miedo, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; nada hay escondido
que no llegue a saberse.
Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que
puede llevar a la perdición alma y cuerpo. en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones
por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre.
Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo;
valéis más vosotros que muchos gorriones. A quien se declare por mí ante los hombres,
yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me
niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
Se acerca la fecha en la que celebraremos la festividad de la Virgen del Carmen, y que mejor que recordar una de las devociones marianas más arraigadas entre los fieles católicos, el escapulario de la Virgen del Carmen.
El escapulario del Carmen es un signo externo de la consagración a la Santísima Virgen María e inscripción en la Orden Carmelita, en la esperanza de su protección maternal.
1ª lectura: Puedo morir, después de haber completado tu rostro.
Lectura del libro del Génesis 46, 1-7. 28-30
En aquellos días, Israel se puso en camino con todo lo que tenía, llegó a Berseba y allí ofreció
sacrificios al Dios de su padre Isaac.
Dios le dijo a Israel en una visión nocturna:
«Jacob, Jacob».
Respondió:
«Aquí estoy».
Dios le dijo:
«Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas bajar a Egipto, porque allí te convertiré en una gran
nación. Yo bajaré contigo a Egipto, y yo mismo te haré subir; y José te cerrará los ojos».
Al salir Jacob de Berseba, los hijos de Israel hicieron montar a su padre con los niños y las mujeres
en las carretas que el faraón había enviado para transportarlos.
Tomaron el ganado y las posesiones que habían adquirido en la tierra de Canaán y emigraron a
Egipto Jacob con todos sus descendientes, hijos y nietos, hijas y nietas. Llevó consigo a Egipto todos
los descendientes.
Jacob envió a Judá por delante, adonde estaba José, para preparar el sitio en Gosén.
Cuando llegaron a Gosén, José hizo enganchar la carroza y se dirigió a Gosén a recibir a su padre.
Al verlo se le echó al cuello y lloró abrazado a él.
Israel dijo a José:
«Ahora puedo morir, después de haber contemplado tu rostro y ver que vives todavía».
Salmo: Sal 36, 3-4. 18-19. 27-28. 39-40
R. El Señor es quien salva a los justos.
Confía en el Señor y haz el bien,
habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R.
El Señor vela por los días de los buenos, y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía, en tiempo de hambre se saciarán. R.
Apártate del mal y haz el bien, y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá. R.
El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva porque se acogen a él. R.
Aleluya Jn 16, 13a; 14, 26d
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Cuando venga el Espíritu de la verdad,
os guiará hasta la verdad plena,
y os irá recordando todo lo que os he dicho. R.
Evangelio: No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 16-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos
como palomas.
Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os
harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se
os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro
Padre hablará por vosotros.
El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y
los matarán.
Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará. Cuando
os persigan en una ciudad, huid a otra.
En verdad os digo que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre»
1ª lectura: Para preservar la vida me envió Dios delante de vosotros a Egipto.
Lectura del libro del Génesis 44, 18-21. 23b-29; 45, 1-5
En aquellos días, Judá se acercó a José y le dijo:
«Permite a tu servidor decir una palabra en presencia de su señor; no se enfade mi señor conmigo,
pues eres como el faraón. Mi señor interrogó a sus servidores: “¿Tenéis padre o algún hermano?”, y
respondimos a mi señor: “Tenemos un padre anciano y un hijo pequeño que le ha nacido en la vejez;
un hermano suyo murió, y sólo le queda este de aquella mujer; su padre lo adora.” Tú dijiste: a tus
servidores “Traédmelo para que lo conozca. Si no baja vuestro hermano menor con vosotros, no
volveréis a verme.” Cuando subimos a casa de tu servidor, nuestro padre, le contamos todas las
palabras de mi señor; y nuestro padre nos dijo: “Volved a comprar algunos alimentos.” Le dijimos:
“No podemos bajar si no viene nuestro hermano menor con nosotros”. Él replicó: “Sabéis que mi mujer
me dio dos hijos: uno se apartó de mí, y pienso que lo ha despedazado una fiera, pues no he vuelto
a verlo; si arrancáis también a este de mi lado y le sucede una desgracia, hundiréis de pena mis canas
en el abismo”». José no pudo contenerse en presencia de su corte y gritó:
«Salid todos de mi presencia».
No había nadie cuando José se dio a conocer a sus hermanos. Rompió a llorar fuerte, de modo
que los egipcios lo oyeron, y la noticia llegó a casa del faraón. José dijo a sus hermanos:
«Yo soy José; ¿vive todavía mi padre?».
Sus hermanos, perplejos, se quedaron sin respuesta. Dijo, pues, José a sus hermanos:
«Acercaos a mí».
Se acercaron, y les repitió:
«Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis a los egipcios. Pero ahora no os preocupéis, ni os
pese el haberme vendido aquí, pues para preservar la vida me envió Dios delante de vosotros».
Salmo: Sal 104, 16-17. 18-19. 20-21
R. Recordad las maravillas que hizo el Señor.
Llamó al hambre sobre aquella tierra: cortando el sustento de pan;
por delante había enviado a un hombre, a José, vendido como esclavo. R.
Le trabaron los pies con grillos,
le metieron el cuello en la argolla, hasta que se cumplió su predicción, y la palabra del Señor
lo acreditó. R.
El rey lo mandó desatar,
el Señor de pueblos le abrió la prisión, lo nombró administrador de su casa, señor
de todas sus posesiones. R.
Aleluya Mc 1, 15
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Está cerca el reino de Dios;
convertíos y creed en el Evangelio. R.
Evangelio: Gratis habéis recibido, dad gratis.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad
leprosos, arrojad demonios.
Gratis habéis recibido, dad gratis.
No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas,
ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en una ciudad o aldea,
averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una
casa, saludadla con la paz; si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la
paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no escucha vuestras palabras, al salir de su casa o
de la ciudad, sacudid el polvo de los pies.
En verdad os digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a
aquella ciudad».